Un Mes de Vida ¿Tú qué harías?

¿Qué harías si supieras cuándo vas a morir? ¿Cómo observarías tu vida si en el calendario no pudieras ver más allá de un mes o algunos días? ¿Cambiarías? ¿seguirías haciendo lo mismo?, ¿Intentarías hacer todo lo que no has podido?

Con un caso muy particular te invito a que reflexionemos sobre ello, en este episodio.

Es en los detalles, en las pequeñas cosas en las que reside el espíritu, la esencia. El fragmento de una canción, una imagen colgada en la pared, un recuerdo sutil, un libro. la suma de las partes, el conjunto de lo que antes fue una vida y ahora solo existe en la memoria de alguien… es así que, si el terror común de desaparecer, dejar de existir, está ligado a la muerte, parece ser más siniestro que más allá de la desaparición física nuestro paso por la tierra no llegue a ser recordado o a sobrevivir al menos, en la memoria de otros. 

Mi padre fue diagnosticado con cáncer de garganta en 2007, se aferró a todas las posibilidades ofrecidas por la medicina y la ciencia, pero en esa mañana que hoy recuerdo, regresamos luego de más de un año de quimios y radioterapias al consultorio del especialista, en el cual recibimos la noticia. De allí salimos seguros de que solo un mes de vida no sería suficiente, que no queriamos perder esta batalla, que debíamos hacer algo con la poca o mucha vida que le quedaba. 

¿Es entonces la vida esta feroz carnicería? cómo aceptar, cómo transitar con resiliencia o estoicismo por este estrecho pasillo de la existencia? ¿Cómo aceptar el sentido de la impermanencia de las cosas y los seres sobre el mundo? ¿la inefable verdad de que lo único que no cambia, es el cambio?

¿Qué es la vida? ¿Qué es la muerte?

unsplash-image-U7uYMVcAFpE.jpg

Ignoro por qué, no entiendo el complejo mecanismo mediante el cual accedemos a nuestra memoria a largo plazo, pero no puedo recordar, por más que lo he intentado, la última vez que vi a mi padre sonreir: decidí entonces imaginarlo, he recreado cientos de escenarios, situaciones que se parecen a la realidad, pero sé en el fondo que no ocurrieron así, no sé si en alguna parte de mi mente ese recuerdo está archivado y algún día podré acceder a él, no sé si baste con alimentarlo en sueños o fantasías para acercarlo al borde mi memoria y poderlo recordar...pero es una imagen feliz que no tengo y de la cual quisiera aferrarme, así fuera durante un instante. 

Hay algo cierto y es que con el paso de los años, he empezado a tejer una colcha de retazos, difícilmente puedo distinguir ahora entre recuerdos e imaginaciones, tal vez completo una cosa con la otra para contarme una historia más o menos cruel, o más o menos amable… sé que sus últimos días fueron grises y que la noche que falleció no estuve a su lado. Me despedí algunas horas antes cuando ya estaba internado y en esa cama de hospital, supe al mirarlo que por primera vez en mi vida, por primera vez, lo único que tenemos para dar a otros, lo verdaderamente valioso, es darnos, ofrecernos a nosotros mismos. No me reconoció, sé que en su delirio e inconsciencia, su ser más original, su esencia, ya no podía comunicarse más con el mundo. Su mirada vacía no me devolvió absolutamente nada. Supe allí que aunque su cuerpo aún luchaba por permanecer con vida, él, su verdadero yo, ya no estaba allí, se había ido.

Supongamos que el tic tac de un reloj mide nuestro tiempo. Nos dice cuándo levantarnos, cuándo acostarnos, cuándo comprar, cuándo comer. Cuándo a veces, es más relevante que cómo. e incluso que Qué. Qué hacemos, cómo lo hacemos, cuándo lo hacemos. Nuestro reloj interno sigue su tic tac finito hacia un futuro del que poco o nada sabemos, solo podemos predecir tímidamente algunas fechas calendario y desear de la mejor manera que nuestras acciones presentes reflejen, como ecos a futuro,  ondas de manifestación amable, un porvenir feliz o al menos tranquilo. 

Pero… Este es el verdadero reloj interno de nuestro tiempo en el planeta tierra: el corazón. Salvo algún artilugio científico o médico temporal, no podríamos sobrevivir sin su funcionamiento. Cuando se detenga, por cualquier razón biológica o artificial, interna o externa al sujeto, vamos a morir. Y es aquí donde precisamente quiero hacer hincapié, en el valor que la conciencia de la muerte da a la vida, conciencia que en muchas ocasiones nos esforzamos en negar…

Es claro, en algún lugar del planeta en este preciso momento mientras escuchas mis palabras, algún bebé fallece antes de cumplir su primera semana de nacido por alguna complicación respiratoria.

… en alguna otra parte alguien se está desangrando tras ser apuñalado en algún robo.

…en alguna costa algún niño es encontrado ahogado sin posibilidades de ser reanimado.

…en alguna habitación una mujer casi centenaria se despide con un último suspiro ante la mirada atenta de toda su familia que la rodea amorosamente.

… en un hospital cualquiera un joven de treinta años cierra sus ojos para siempre tras perder la batalla contra la leucemia.

…en alguna oficina un hombre de mediana edad sufre un infarto fulminante mientras sus compañeros atónitos tratan de revivirlo…

Esa es la muerte, pero mejor aún, esa es la vida, cuyo verdadero significado es simplemente una invención humana. Cuyo propósito no es más que el que cada uno desee otorgarle o construirle o, sencillamente negarle.

¿Quién dijo, dónde está escrito acaso que la vida, la existencia humana debe tener un propósito?

No hay una tumba para mi padre, no hay un epitafio. Conservé sus cenizas durante algunos años hasta que mi madre las esparció en un lugar especial. No hay un lugar físico al cual yo pueda acudir para reencontrarme con su memoria, no tengo ningún objeto físico que evoque su presencia o su paso por el planeta, salvo algunas fotografías. Al principio pensé que era lo peor, que no era justo, pero qué sabe la muerte o la vida sobre este triste y pobre concepto humano de Justicia?.

Hoy, la vida vale un poco más por su ausencia, que podamos sobrevivir en la memoria de otros ya es suficiente recompensa por haber caminado en este planeta. Es lo único que quedará durante el tiempo que a la vez, otros nos sobrevivan, ya que con ellos también desaparecerá nuestro recuerdo. 

Regreso entonces a las preguntas iniciales:

¿Qué harías si supiera hoy, que sólo te queda un mes de vida? una semana, un año, un día… 

No quiero esperar a salir de un consultorio con un dictamen de cuánto me queda por vivir, no quiero ceder esa autoridad a otro, a nadie. Quizás mañana sea mi última oportunidad de respirar la primavera en la tarde, tal vez dentro de cincuenta años ya esté agotado de la vida y solo quiera descansar… no sé si el próximo año ya sea solo un recuerdo para aquellos que me conocen o me estiman…

La única certeza es esta de estar aquí, enviándote estas palabras, para que tomes un minuto de tu tiempo y te preguntes.

¿… y qué tal si me quedara solo un mes de vida? 

¿Qué harías?



NOTAS Y ENLACES

DISCLAIMER

Declaro que no poseo los derechos totales ni parciales de las citas y piezas de audio externas, su uso en el presente episodio es solo con fines educativos- explicativos sobre el tema en cuestión. Los derechos pertenecen a sus creadores y/o productores por lo cual anexo links de referencias a fuentes primarias.

1. Cómo vivir con porpósito  Sergio Fernández 

2. Significado auténtico de vivir la vida plenamente Dr. Matías Najún

3. Jesús Callejo Cabo investigador y escritor, (Valderas, León; 1959) María Teresa Román López profesora de Filosofías Orientales, UNED

4. Oliver Sacks  (My Own Life)- (De mi propia vida)

5. Christopher Hitchens Mortalidad 

6. Christopher Hitchens (última entrevista en Inglés- Español )


Anterior
Anterior

¿Escapar del Sistema? (Ars Longa Vita Brevis)

Siguiente
Siguiente

Amigos para El Fin Del Mundo